"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
El espíritu de la nueva era

Ante un mundo salpicado de terrorismo bajo ataques de bandera falsa para instaurar dictaduras supranacionales hacia un Nuevo Orden Mundial.

Ante un mundo dominado por políticos corruptos serviles a las oligarquías financieras.

Ante un mundo cuyas estructuras institucionales (OTAN, ONU, FMI, OMS, UNIÓN EUROPEA, etc.) se hallan secuestradas por los poderes fácticos.

Ante un mundo donde las religiones han convertidos sus dogmas en un dominio terrenal y sus fanatismos en pretextos para enfrentar civilizaciones y culturas.

Ante un mundo donde las personas han perdido toda capacidad de revolución por satisfacer su propio egoísmo allende del bien común de la colectividad.

Ante un mundo donde la educación, la sanidad y la justicia son instrumentalizadas ideológicamente para perpetuar una sociedad ignorante.

Ante un mundo donde la gente ya es incapaz de pensar por sí mismo porque nos quitan la filosofía de los colegios.

Ante un mundo donde los científicos son siervos de las multinacionales e incapaces de anteponer el conocimiento al servicio del pueblo.

Ante un mundo donde las guerras son un negocio rentable a costa de vidas humanas.

Ante un mundo donde la pobreza siempre le toca a los demás, hasta que llama a nuestras puertas…

Ante un mundo que ha perdido el rumbo de la cultura humana.

En fin, ante un mundo en plena decadencia civilizatoria, solo queda apelar a un renovado espíritu para una nueva era. Nada nuevo en el horizonte: Kant entrevió esa posibilidad con su “imperativo categórico”, pero se ha impuesto la “sociedad líquida” en la postmodernidad. Dicho en palabras llanas para el populacho: es la falta de compasión quien está llevando esta civilización al ostracismo de la historia.

Iluminados como John F. Kennedy, John Lennon y Martin Luther King, entre otros muchos como Jesús Cristo, fueron asesinados, siempre molestos para los poderosos.

Pero este mundo ya no aguanta tanta ignominia. El espíritu de una nueva era está despertando poco a poco en los corazones y en las mentes de los pueblos y las personas. Todos ellos ya han dejado de creer en políticos, poderes económicos como si del Santo Grial se tratara. Ya nadie aguanta tanto dolor a la Madre Tierra y a nuestros semejantes en nombre del Dios dinero y sus profetas los medios de comunicación como herramienta de ingeniería social y mental.

La explotación de la biosfera está destruyendo a la noosfera, un contrasentido holístico que hipoteca el futuro de las nuevas generaciones. El dolor es tan profundo y tan extendido como un cáncer con una metástasis galopante. Pero la herida más dolorosa es la de un ego disociado de la colectividad.

Tanto dolor, tanta manipulación, tanta ignorancia inducida y tantas guerras en nombre del ego plutocrático están incubando una revolución espiritual de proporciones insospechadas. Se está gestando el espíritu de una nueva era, imperceptible todavía para muchos que viven bajo el yugo del ego, pero perceptible para todos aquellos que ya viven en una dimensión espiritual próxima a revolucionar a esta civilización.

Todo cambio de paradigma requiere su tiempo para desbancar el pensamiento dominante. Es indudable que una revolución espiritual está en ciernes en esta civilización, la misma que intentan ahogar los imperialistas occidentales en nombre del Dios dinero. El paradigma materialista del capitalismo está desmoronando todo un sistema de creencias asentadas en la manipulación a los pueblos y que nos dura desde la Segunda Guerra Mundial.

Un nuevo despertar se está fraguando y se cimentará sobre el dolor, el sufrimiento y el nihilismo que afectan ya a tres generaciones: padres, hijos y nietos. El camino es ya irreversible, el espíritu de la nueva era se está fraguando en las conciencias de las personas de buena voluntad que han decidido trascender su egoísmo hacia la compasión. Una perenne lección que ya Platón nos anticipó con su alegoría del Mito de la Caverna, y que ahora cada cual debe hacer suya para contribuir a la salida espiritual de la humanidad. Como ya dijera Sócrates: “Aquel que quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a sí mismo”.