"La conciencia, esa gran desconocida y, paradójicamente, tan presente en nosotros como ausente en el mundo"
(Amador Martos)
Una nueva educación para un nuevo mundo

Este artículo está reproducido en el capítulo 7 de la tercera parte de la obra CIENCIA, FILOSOFÍA, ESPIRITUALIDAD

Tras años de tribulación ideológica contra el sistema capitalista, mi postulación filosófica es que la humanidad está sufriendo seis cambios de paradigmas que afectan respectivamente a seis áreas del conocimiento: la filosofía, la sociología, la psicología, la ciencia, la espiritualidad y la educación.

El inmovilismo está instalado en todas ellas, ¿en todas?, no en todas, no. Hagamos en este artículo un ejercicio de reflexión, en un esfuerzo por integrar las seis áreas del conocimiento antes descritas. Soy consciente de la dificultad cognitiva que entraña este artículo para todo neófito en filosofía, aunque supongo, será algo menos enmarañado para toda persona intelectualmente inquieta sobre el devenir de nuestra humanidad. En ambos casos, gracias por submergirse en la mente de este librepensador.

La filosofía académica, esa que debería abanderar una revolución contra los políticos por quitar la filosofía de los colegios, salvo algunas honrosas excepciones, está anquilosada e incapaz de liderar una verdadera democracia del conocimiento para permitirnos salir de la sociedad de la ignorancia.

Ese papel de la filosofía, en la realidad sociológica, ha sido usurpado por la tradicional política sometida a los poderes fácticos, siendo así que las ciencias económicas y políticas se han erigido en las rectoras de una pretendida democracia, cuando en realidad deberíamos hablar de una plutocracia.

La ingeniería social y mental sustentada sobre el economicismo neoliberal surgido desde la década de los años setenta, ha propiciado un pensamiento débil de los ciudadanos hasta proyectarlos en una hiperrealidad mediante el advenimiento de una tecnología que propulsa al ser humano hacia un transhumanismo donde sólo nos falta la marca de la bestia a modo de incrustación de un microchip bajo la piel. Con dicho conductismo reduccionista de la psicología humana, la ciencia debería presentarse como la tabla de salvación para la especie humana, sin embargo, el dogmatismo del materialismo científico, no avizora una apertura hacia una era espiritual de la humanidad, a pesar de que la física cuántica ha abierto una brecha epistemológica y también hermenéutica en la comprensión del ser humano y del lugar que ocupa en el universo. Como certeramente aseveró Einstein: "Cada día sabemos más y entendemos menos".

No obstante los inmovilismos antes citados, algo se está moviendo en el ámbito de la educación y, quizá, el cambio de paradigma educativo va tan rápido que está sobrepasando a la capacidad de reacción de la propia comunidad educativa, pero sobre todo a buena parte de la sociedad que vive en la caverna platónica, hipnotizada en la esperanza que la política sea la única vía para regenerar a la especie humana. Sin embargo, la neurociencia así como la neuropsicología están abriendo un campo de posibilidades del potencial humano que descansa en nuestros niños y adolescente, sometidos aún a un moribundo sistema educativo tradicional servil a la economía de mercado, perpetuando así la sociedad de clases.

Como digo, algo muy profundo e importante en la naturaleza de la conciencia humana está regenerándose a través de la educación emocional, la educación proactiva, las nuevas tecnologías, las escuelas activas y el aprendizaje por proyectos, hasta tal punto que el modelo educativo por antonomasia, el finlandés, está acabando con las materias individuales para ser integradas en temáticas globales.

El nuevo paradigma educativo, imperceptiblemente para muchos de nuestros congéneres, apertura nuevos modelos cognitivos en el ámbito de la educación y que apuntan a que debemos educar a los niños sin robarles la infancia, sin dogmatizarlos bajo un sistema determinista y consumista que haga de ellos esclavos de un sistema de producción que antepone los mercados económicos por encima de las personas.Pero sobre todo, el gran cambio en ciernes, será nuestra capacidad como especie de aprender, desaprender y reaprender.

Ese nuevo paradigma educativo implica también introducir la meditación en el aula, pues consigue mejorar las notas de los estudiantes y reduce la violencia escolar. En dicho sentido, un equipo de psiquiatras del Hospital General de Massachusetts ha realizado el primer estudio que documenta cómo ejercitar la meditación durante ocho semanas puede afectar al cerebro. Según sus conclusiones, publicadas en Psychiatry Research, la práctica de un programa de meditación durante ocho semanas puede provocar considerables cambios en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la empatía y el estrés. Es decir, que algo considerado espiritual, nos transforma físicamente y puede mejorar nuestro bienestar y nuestra salud. Tenemos ahí, pues, la esencia fundamental del nuevo paradigma educativo para una renovada humanidad: una nueva concepción de la mente humana desde la ciencia (“ello”) que conecta con la espiritualidad que hay que descubrir en la profundidad psicológica del “yo”, e integradas ambas en la educación (“nosotros”). Dicho sea de paso, se trata simplemente de recuperar e implementar educacionalmente la genuina intuición filosófica platónica así como el imperativo categórico kantiano .

Quizá, ahí, en esa introspección cognitiva socrática, reside la posible integración del “yo”, el “ello” y el “nosotros” diferenciados por Kant en sus Tres críticas, y que la posmodernidad no ha sabido integrar. Gracias a este incipiente cambio de paradigma educativo, la humanidad está a un paso de dar un salto cualitativo desde el racionalismo pragmático al racionalismo espiritual, es decir, hacia la transracionalidad. Solamente así, con una reconstrucción epistemológica y una renovada interpretación hermenéutica, será posible, algún día, salir de la sociedad de la ignorancia para instaurar una verdadera sociedad del conocimiento que permita vislumbrar una sociedad espiritual.


El “viejo mundo” sustentado en un feroz capitalismo destructor del ser humano, nos ha conducido a una sociedad sin espiritualidad, sin amor. La educación es con toda probabilidad la única tabla de salvación, y se presenta como el fundamento para iniciar el retorno del ser humano hacia la razón y el espíritu colectivo.